Mitos y verdades del consumo del aceite de coco
Durante los últimos años, el aceite de coco ha ganado gran popularidad en redes sociales y círculos de alimentación saludable, presentándose como un alimento especial capaz de acelerar el metabolismo, fortalecer el sistema inmunológico y mejorar la salud cardiovascular. En esta nota te explicamos lo que dice la ciencia sobre los beneficios y riesgos del consumo de aceite de coco, sus múltiples usos y cómo se compara con otros aceites de cocina.
El coco y sus derivados: ¿un aliado para la salud?
El coco es un fruto tropical que se consume en diversas formas: agua, pulpa, leche, harina y aceite. Su aceite es particularmente valorado por su resistencia a altas temperaturas, lo que lo hace útil para freír y cocinar sin descomponerse fácilmente. Además, contiene ácidos grasos de cadena media (MCFA, por sus siglas en inglés), como el ácido láurico, que el cuerpo puede metabolizar rápidamente debido a su tamaño y convertir en energía. Esto ha llevado a la idea de que el aceite de coco puede ser útil para quienes buscan perder peso o mejorar su rendimiento físico.
Además, en estudios de laboratorio, el ácido láurico ha demostrado tener propiedades antimicrobianas como capacidad para combatir bacterias, hongos y virus. Algunas investigaciones sugieren también que el aceite de coco puede aumentar los niveles de colesterol HDL (“bueno”), lo cual se ha interpretado como un beneficio cardiovascular; en otras, se sugiere como tratamiento para prevenir el Alzheimer; sin embargo, aún se requieren más estudios para confirmar estas investigaciones.
¿Qué tan saludable es frente a otros aceites?
Cuando se trata de cocinar y elegir grasas saludables, el aceite de coco no ocupa el primer lugar. Aceites como el de oliva extra virgen, aguacate, cártamo o canola contienen principalmente grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas, las que demuestran beneficios cardiovasculares, reducción de inflamación y aporte de antioxidantes. Por su parte, el aceite de coco y el aceite de coco virgen también contienen otros compuestos que proporcionan beneficios a la salud como tocoferoles, fitoesteroles, compuestos fenólicos y actividad antioxidante. La capacidad antioxidante del aceite de coco virgen se atribuye a sus compuestos fenólicos, los que juegan un papel importante en la prevención de enfermedades crónico-degenerativas.
Riesgos que no deben pasarse por alto
El consumo excesivo de grasas saturadas se ha vinculado históricamente con un aumento en los niveles de colesterol LDL (“malo”) y, por lo tanto, con un mayor riesgo de enfermedades cardíacas. La composición del aceite de coco es aproximadamente 90% de grasa saturada, mayor proporción que la mantequilla o la manteca de cerdo. Sin embargo, es importante destacar que el 50% de la grasa saturada del aceite de coco es ácido láurico. El consumo de aceite de coco puede formar parte de una alimentación equilibrada si se limita su consumo, pero no será sustituto del aceite de oliva extra virgen. Su ingesta no debe exceder la recomendación diaria (menos del 10 % de la ingesta calórica total) del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) debido a su alto porcentaje de grasas saturadas. En el mismo sentido, las principales asociaciones de salud, como la Asociación Americana del Corazón (AHA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), no recomiendan el uso regular del aceite de coco como fuente principal de grasa.
Más allá de la cocina: otros usos del aceite de coco
El aceite de coco también tiene aplicaciones no alimentarias. En cosmética natural es utilizado como hidratante para la piel y acondicionador para el cabello, gracias a su capacidad de penetrar las capas superficiales y retener la humedad. También se emplea en productos para tratar dermatitis, labios agrietados y como desmaquillante.
En la medicina tradicional se ha usado como ungüento natural para heridas, picaduras e irritaciones. Algunos estudios pequeños han explorado su uso como enjuague bucal para reducir bacterias orales y mejorar la salud bucal, aunque se necesitan más investigaciones para validar esta práctica.
Además, su versatilidad en el cuidado personal y la cosmética lo convierten en un producto multifuncional que va más allá de la cocina. Como siempre, la clave está en la variedad y el equilibrio.
Edición y revisión: Luz del Carmen Montoya Ballesteros, investigadora de la Coordinación de Tecnología de Alimentos de Origen Vegetal del CIAD.